lunes, 21 de marzo de 2016

Lo que nunca me dijiste de la "Antología Reflejos"

Quiero aprovechar este día 21 de marzo, Día Mundial de la Poesía, para presentaros la Antología Reflejos, de venta en ebook (Amazon) en la cual participo junto aotros autores.




Como muestra, uno de mis poemas:

Lo que nunca me dijiste







Me cautivaron tus ojos, amor.
Es en lo primero que me fijé de ti.
Tus ojos de mirada ingenua y escrutadora,
desafiante, arrebatadora, dulce o todas a un tiempo.
No me importaba cómo miraran si me miraban a mí.
Esos ojazos que tienes  que saben ver sin mirar, discretos,
y que a veces miran sin ver, ensimismados, ausentes, ensoñados…
Tus ojos  color cambiante, ojos arcoíris:
del gris acerado, siempre cuando te enojas,
al azul profundo del mar en el día soleado
llegando al verde cristalino bajo la noche estrellada.
Ojos resplandecientes y risueños, casi siempre.
A veces tristes, tus ojos.  Siempre bellos.


Tu boca menuda, los labios carnosos, concupiscentes.
Tu boca fue y es mi delicia.
Tu boca que sabe besar dulcemente.
Y también sabe atacar con dureza
lanzando palabras hirientes cuando te enfurruñas,
a veces por tonterías que me hacen reír
y mi risa te enfurece todavía más.
Aunque al final terminemos riendo los dos
como niños cómplices de sus travesuras,
niños que ya son muy grandes.
¡Qué bien me sabe tu boca!

Me enamoraron tus formas rotundas
de mujer,
aunque entonces fueras apenas una adolescente.
Pasaron algunos años
y la maternidad las acrecentó,
dotó de mayor generosidad a tus caderas
y  te amé más todavía.
Puede que tus senos hayan perdido su firmeza primigenia
Pero siguen siendo dulce miel entre mis labios
y me deleito con ellos como si fuera la primera vez.
Tu piel aún tersa  es delicada seda para mis manos.
¿Qué haría yo sin ella, sin el calor de tu lecho?
Me gusta acariciarla, recorrerla con morosidad,
tomarme mi tiempo para reconocerla en toda su geografía.

El tiempo te ha cambiado, nos ha cambiado
pero ha sabido respetar el «nosotros».
Somos como dos instrumentos antiguos
afinados por la misma mano sabia
—quizás tú el violín y yo el piano—
que siguen tocando juntos su romanza,
incólumes,  en todo su esplendor.


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